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miércoles, 3 de septiembre de 2014

EL NIÑO

Que Telecinco y compañía han invertido una pasta gansa en una peli se sabe porque el bombardeo de publicidad con que nos obsequian antes de su estreno resulta mareante. Es el caso de El Niño, el último órdago del cine patrio, que fuimos a ver este pasado fin de semana. Domingo, la sala casi llena pese a ser el último día de agosto y pese al precio de las entradas en los cines Dreams Palacio de Hielo de Madrid: 9,60 euros, aunque nosotros aprovechamos uno de esos cupones de oferta que acompañan a las entradas adquiridas un día determinado y que permite comprar localidades por un tiempo limitado a precio reducido, en este caso 6,50 euritos.

Y al final aplausos, buen sabor de boca y un regusto a cine de calidad. Gran tarde de butaca y palomitas, sí señor.

El Niño nos cuenta dos historias paralelas: la de Jesús y Eva por una parte, dos policías antidroga empeñados en demantelar, al menos en lo posible, las rutas por donde se cuela la cocaína a través del estrecho de Gibraltar, y por otro lado la de El Niño y El Compi, dos jóvenes que se inician en el peligroso mundo del narcotráfico para ganar un dinero rápido, dos destinos encontrados que acabarán cruzándose en medio de persecuciones, violencia y adrenalina.

El cartel de la peli.

La peli comienza bien, muy bien, metiéndonos en la piel de los agentes de la policía antidroga en una operación secreta que acaba resultando un estrepitoso fracaso; una decepción para la pareja de policías en una secuencia tan bien contada que la desilusión acaba siendo también nuestra. Tras el prometedor comienzo, el nivel se mantiene y la historia policiaca acaba derivando hacia un convincente thriller de acción.

Daniel Monzón nos demuestra con su último trabajo que si queremos y si disponemos de medios suficientes, no somos malos rodando escenas de acción. Os toparéis con sorprendentes secuencias de persecuciones en el mar, con helicópteros de la policía acosando a lanchas cargadas de droga, y buenas persecuciones de coches, alejándose de la parafernalia hollywoodiense y ofreciéndonos una acción más cercana, más de andar por casa, más real, pero ni mucho menos de poca calidad, al contrario, acción sobria y creíble. Tanto es así que da la impresión de que la última persecución en tierra se nos queda coja porque las anteriores han sido tan buenas que queremos el más difícil todavía.

Si queremos y si disponemos de medios suficientes, no somos malos rodando escenas de acción. Sólo tenemos que creérnoslo.

Quizá la peli se nos haga un poco larga (que no pesada), quizá le sobren veinte minutitos, quizá alguna escena de acción se nos vaya de las manos y se alargue demasiado, como marcando el territorio, como diciéndonos ¡Eh, que en España sabemos rodar acción, coño!,... el resultado global merece la pena, no obstante.

Pero El Niño no se queda ahí. Porque, como contrapunto a la acción, nos brinda un buen thriller policiaco, bien narrado, con calma, con el tempo suficiente como para ir desgranando a los personajes y mostrarnos sus motivaciones y sus deseos. Y también sus obsesiones. La base de todo está, claro, en un excelente guión que se toma el tiempo necesario para que la historia vaya fluyendo y las diferentes tramas avancen sin que todo parezca un circo hasta el final, cuando los destinos de los personajes que se encuentran a ambos lados de la ley se cruzan y descubrimos que no hay blanco ni negro, que la vida se compone de una amplia gama de grises y que todo es mucho más ambiguo de lo que podríamos pensar.

En El Niño no hay blanco ni negro: la vida se compone de una amplia gama de grises y es más ambigua de lo que podríamos pensar.

El reparto es de lo mejorcito que podemos ver en nuestro cine. Nuestro admirado Luis Tosar va de menos a más y, sin despeinarse, cumple con su papel de policía tenaz e idealista, dejándonos un par de momentos que nos recuerdan porqué es un número uno de la interpretación. Bárbara Lennie (¡cómo nos gusta esta actriz!) derrocha naturalidad y sencillez, convirtiéndose en el contrapunto sensato de Tosar. Eduard Fernández demuestra tablas y borda a un poli que, lejos del idealismo, ha caído en la monotonía de un trabajo muchas veces desagradecido y que sólo aporta sinsabores. Sergi López, el más flojo de los veteranos, parece poco convencido con su papel de superior jerárquico de los anteriores. Y en cuanto a los jóvenes, cumplen sin más, disimulando su escasez de tablas con los buenos diálogos que aporta el guión. A destaca la poderosa mirada de Jesús Castro, El Niño, que por momentos consigue disfrazar su inexpresividad.

Buenas localizaciones, una gran fotografía y una música que acompaña a la perfección a la historia (a ratos frenética, calma chicha en otros) completan los aciertos de la peli.

Sueños de prosperidad, lealtad y amor de un lado. Compromiso, sentido del deber y corrupción de otro, con la violencia como telón de fondo en ambos casos. Todo ello regado con generosas escenas de acción y un buen chorro de thriller policiaco de calidad.

Os la recomendamos.

¡Saludos culinocinéfilos!

domingo, 24 de agosto de 2014

ARROZ AL HORNO. ¡MI RECETA!

Este fin de semana ha venido a Valencia nuestro amigo Tino a hacernos un vídeo para Cocina Paradiso. Quería grabar un plato, y yo quería que fuese algo clásico, típico de la gastronomía de mi tierra, y nos decidimos por el arroz al horno. Por si veis el vídeo y os entra el mono arrocero, os la dejo en la entrada de hoy.
En casa seguimos la receta clásica, excepto por un par de modificaciones mínimas más adaptadas a nuestros gustos (y nuestros vicios). Para que tengáis las dos, os dejo los ingredientes que yo uso, y luego os pongo lo que sería la puramente tradicional, ¡para que vosotros decidáis!



Aún recuerdo el primer arroz al horno que hice. Pensé que tras una vida viendo hacerlo a mi madre me tenía que salir bien... ¡Craso error! Pero con constancia, os puedo decir que hoy por hoy estoy en nivel Master de arroz al horno, jaja. Así que animaos, que os sale seguro, eso sí, para que no tengáis el fracaso estrepitoso que tuve yo (menos mal que tenemos un perro entregado a estos menesteres) aquí van unos consejos:
- usa un buen caldo, si es casero mejor. Es la base del sabor del arroz.
- la cazuela siempre de fondo plano.
- el arroz triplica su volumen al cocerse. Usa un recipiente suficientemente grande o tendrás una plasta. El arroz debe cubrir, en seco todo el fondo de tu recipiente, pero no más de un dedo o dos de grosor.
- cuando vayas a añadir el caldo, asegúrate de que está hirviendo, y de que el horno está bien caliente.
- No añadas más arroz si no vas a aumentar también el resto de ingredientes. Se estropeará la proporción arroz-tropezón.

El arroz al horno se hacía antiguamente con los restos del cocido (de ahí parte de sus ingredientes, como la patata, los garbanzos...) y aún hoy se conoce en algunos sitios como "arròs passejat" (arroz paseado). Este nombre viene de cuando no había hornos en las casas. Entonces, al día siguiente de un cocido, se "paseaba" la cazuela hasta el horno del pueblo, donde el hornero te lo hacía a cambio de unas monedas. 

Es un arroz dorado, seco, que se cocina tradicionalmente en cazuela de barro (aunque si no la tienes puedes usar cualquier otro formato, siempre y cuando sea de fondo plano y apto para el horno)


¡Ahhhh! ¡Y no es nada, pero nada light! Amigos de la operación bikini: ¡¡¡Huid, antes de que sea tarde!!!
Por cierto, para los seguidores de WW, ¡no contabilicéis este plato por menos de 16pp!

PARA 4 a 6 PERSONAS

- Medio kilo de arroz
- 900 ml. de caldo del cocido, de ave o de carne. En mi caso, un caldo hecho con repollo, zanahorias, puerro, apio, una carcasa de pollo grande y un hueso de jamón, pero podéis usar el que tengáis por casa, (o de malas.... ¡¡¡¡Ssshhhh!!!! No se lo digáis a nadie.... Comprarlo hecho)
- Una cabeza de ajos entera, más 3 o 4 dientes sueltos
- un tomate
- dos patatas grandecitas
- dos costillas de cerdo a trozos
- 250 gramos de garbanzos cocidos
- 2 cortadas gorditas de panceta fresca, cortada en tiritas (se suele poner en la receta tradicional, yo no le pongo porque en casa no gusta mucho la panceta)
- 3-4 morcillas de cebolla
- 4 longanizas (salchichas) frescas
-3 o 4 chorizos finos frescos
(Las longanizas y chorizos no son propios de la receta tradicional, yo se los pongo porque en casa les encanta así de potente)

Lo primero ponemos a calentar el horno a 250 grados, y a la vez, a calentar el caldo ya que cuando mezclemos los ingredientes ha de estar hirviendo (fundamental para un correcto punto del arroz).
Pelamos y cortamos a rodajas las patatas, y las freímos hasta que cojan un ligero dorado (después se van a hornear) junto con los dientes de ajo sueltos. Las salamos y apartamos en un plato.
Quitamos el exceso de aceite de la sartén, dejando lo justo para sofreír las costillas (salpimentadas) hasta que estén doradas. Las metemos dentro del caldo que tenemos hirviendo.
Ponemos en la sartén caliente el resto del embutido -excepto las morcillas- troceado previamente. Una vez dorado volcamos al caldo. Retiramos los dientes de ajo que había en la sartén y los deshechamos.
Ponemos en el caldo los garbanzos.
Coloreamos el caldo con azafrán, o un poco de colorante alimentario.
Por ultimo, en el aceite que nos queda en la sartén, sofreímos el arroz durante un minuto, dándole vueltas para que se impregne de todos los sabores.

¡Ahora le toca al horno! Volcamos primero el arroz en la cazuela de barro. Ahora, echamos el caldo hirviendo. Rápidamente, para que no pierda calor, ponemos en el centro de la cazuela la cabeza de ajos entera y pelada, el tomate partido en dos, y las morcillas. Por último, colocamos las patatas alrededor de la cazuela. Horneamos de 20 a 30 minutos, a máxima potencia, hasta que el caldo se haya consumido totalmente. Apagamos el horno, abrimos la puerta y lo dejamos reposar 5 minutos...
¡Y a gozarlo! 



miércoles, 20 de agosto de 2014

DRAGONES Y MEDIO AMBIENTE

Ya hemos visto la segunda parte de Como entrenar a tu dragón. Soy muy fan de la primera, por sus secuencias espectaculares, por la historia clásica pero muy bien llevada y por una banda sonora que creo es el mejor trabajo que ha hecho John Powell.

Como véis, dragones y humanos compartirán el protagonismo.


La segunda entrega no decepciona. Técnicamente se nota mucho el avance, todo esta mejor hecho, con más detalle y realismo. Los mismos personajes en una aventura nueva donde Hipo, Desdentao y sus amigos harán de las suyas y se enfrentarán a villanos humanos y dragones, al tiempo que descubrirán mucho sobre sí mismos como humanos, como dragones y como amigos.

Una historia elaborada, con un mensaje medioambiental y pronaturaleza. Pero siempre sin dejar de lado un buen ritmo, gags en los momentos apropiados y emociones fuertes. A nivel espectáculo, los dragones sus vuelos y todo lo que los rodea dejan momentos grandiosos a nivel visual. Y a nivel emocional, los sentimientos de una familia que se reencuentra, las amistades y problemas entre dragones y humanos, todo tiene su tiempo y algunos momentos buenos y otros duros. Sin duda dotar a los dragones de las características de mascotas domésticas es el gran acierto de esta saga y el motivo por lo que se mete a tanta gente en el bolsillo.

Sin duda la pareja protagonista nos recordarán a más de uno con sus mascotas, yo incluido.


La banda sonora evoluciona ligeramente, pero mantiene los temas que tanto le van a esas aventuras de jinetes de dragones, de los scores que da gusto escuchar.

En conjunto una gran aventura, y buena secuela donde nos dan lo que esperamos, más dragones, más aventura y más sobre la historia de amistad entre humanos y dragones. Muy buena progresión lleva esta franquicia. Esperando la tercera parte y para esa pedimos una pareja para el fantástico furia nocturna, Desdentao. Recomendada para ir en familia.

sábado, 16 de agosto de 2014

LAS "SIETE PUERTAS" PARA PERDERSE EN LLANES

A principios de julio estuvimos unos días en la tierrina disfrutando de parte de nuestras vacaciones. Aprovechando el buen tiempo (¡¡¡bravo!!!) decidimos hacer una ruta de playas y visitamos algunas de las más singulares de la región, entre ellas Gulpiyuri, Cuevas del Mar y Poo, tres bellezas naturales enmarcadas en el oriente de Asturias. Dado que nos encontrábamos a pocos kilómetros de Llanes, en nuestro sentido cinéfilo saltaron todas las alarmas y no pudimos resistir la tentación de acercarnos hasta cierto lugar situado a las afueras, en la salida este de la villa en dirección a Santander: el caserón donde se rodaron gran parte de los exteriores de El orfanato. Aunque en su origen fue bautizado como Villa Parres, los llaniscos lo conocen como el palacio de Partarríu porque la gran finca que lo delimita terminaba a orillas del río Carrocedo. A modo de curiosidad deciros que la casona encierra una tragedia real: como si se tratara de una maldición, su dueño murió en 1899, tan solo un año después de que hubiera finalizado su construcción, sin apenas tiempo para haber disfrutado de ella. Por lo que sabemos, hoy se encuentra abandonada y cerrada al público.

Con la caravana, las vacas y los edificios de alrededor, el caserón de El orfanato da bastante menos miedo que en la peli, ¿verdad?

Ya que estábamos, hubiera sido imperdonable no comer en Llanes. Para no errar el tiro pedimos consejo a Carmen, gran amiga, seguidora del blog y conocedora de la zona (por cierto, si buscáis alojamiento por el oriente de Asturias no dejéis de visitar el hotel rural El Torrejón (http://www.hotelruraleltorrejon.com), que ella misma regenta en Arenas de Cabrales: trato exquisito en un entorno para recordar).

Al grano: Carmen nos recomendó el restaurante Siete Puertas, enclavado en pleno centro de Llanes, haciendo esquina en el número 7 de Manuel Cué, una calleja que va a dar al puerto. Que el afecto que nos profesa Carmen es grande es un hecho, porque resultó ser una recomendación de lujo, como a la postre pudimos comprobar.

Casi escondido en el eje del bullicio llanisco, el Siete Puertas aporta un aire vanguardista a la gastronomía de la zona.

De primeras puede chocaros si no vais sobre aviso. Rodeado de multitud de sidrerías, bares y restaurantes con el estilo tradicional que podéis encontrar en una villa marinera, el Siete Puertas (cuyo nombre proviene, al parecer, de los siete huecos con que cuenta el establecimiento) destaca por su aspecto de local de alta cocina. Que, de hecho, lo es. De entrada, al cruzar la puerta os toparéis con una mesa a modo de expositor repleta de variados postres caseros cuya pinta hará que comencéis a salivar: una sutil maniobra para que no deis marcha atrás y llevaros a la perdición. El establecimiento tiene dos partes bien diferenciadas: el salón interior, donde prediminan los colores oscuros, alumbrado por una luz tenue (pero no escasa) que le confiere un aire elegante, muy apropiado para una velada romántica, y una terraza cubierta, mucho más luminosa, que se expande ocupando parte de la plaza colindante. Se atreven con una cocina a la vista, toda una declaración de intenciones y prueba de que podemos depositar nuestra confianza en el personal que trabaja en ella.

Las mesas son amplias, con espacio suficiente para comer a gusto, sin agobios, lejos de las estrecheces de esos locales de tres al cuarto (¡seguro que habéis estado en alguno!) que aprovechan al máximo cada metro cuadrado hasta el extremo de que los camareros se ven obligados a ejecutar hábiles cabriolas para librar los obstáculos (o sea, a nosotros) y de provocar entre comensales de mesas contiguas cruentas guerras de codos, comparables a las libradas por esos armarios de dos por dos bajo las canastas en la NBA. Manteles y servilletas de tela, vajilla y cubertería elegidas con gusto y una limpieza esmerada redondean el encanto con que os encontraréis.

El salón y la terraza conforman dos ambientes bien diferenciados en el local.

Sin desmerecer a la competencia, el Siete Puertas ofrece platos más elaborados y una presentación más cuidada que la media por obra y gracia de su jefe de cocina, el restaurador vasco Mario Lázaro. Aparte de la carta, disponen de tres menús de distintos precios, desde 12,50 euros el más económico hasta 30 euros el más caro, pasando por el intermedio de 22 euros. Nosotros probamos los menús de 12,50 y de 22 euros. A destacar en el primero de ellos (¡con catorce primeros platos y otros tantos de segundos a elegir!) las croquetas de boletus Edulis, unas simples pero sabrosas rabas de calamar, el lomo de cerdo con block de foie al Pedro Ximénez y, sobre todo, un exquisito volován relleno de setas y suprema de tomate a la pimienta; eso de lo que probamos, porque las navajas frescas a la bilbaína con almejas o el rabo de toro al vino rojo y vermouth rojo tenían una pinta que quitaba el hipo, aunque su degustación habrá de esperar a otra ocasión. Del segundo de los menús nos quedamos con el salmón marinado "por Nosotros" (delicioso y casero cien por cien), los langostinos ciegos crujientes (langostinos sin cabeza envueltos en un sabroso crujiente de hojaldre) y la merluza de pintxo a la sidra, la merluza mejor cocinada que hemos comido en mucho tiempo. El menú de 30 euros no lo catamos, pero hablan maravillas de su arroz con bogavante. Por si fuera poco, como entrante en cualquiera de los tres menús os servirán, cortesía de la casa, un paté de cabracho o de merluza, según el día, acompañado de cebolla caramelizada.

Para terminar podréis elegir alguno de los postres caseros expuestos en la entrada, unos u otros en función del menú por el que os hayáis decidido. Quien escribe estas líneas se quedó prendado de una exquisita tarta de chocolate con baileys que puso punto final a una experiencia culinaria de primer nivel. Por cierto, aun a riesgo de ser osados, queremos lanzar un órdago a Mario. Y es que al repertorio de postres le falta un detalle para la perfección. El primer día que estuvimos preguntamos si había arroz con leche, pero lamentablemente no figura en la carta. No fuimos los únicos, porque observamos cómo otras dos mesas más lo pedían y se llevaban la misma decepción que nosotros. Mario, sabemos que es muy complicado. Pero, ¿y si...? Nosotros lo dejamos caer.

El Siete Puertas ofrece alta cocina para todos los bolsillos. Tranquilos: no acabaréis como si no hubiérais comido ni tendréis que ir luego a un McDonalds.

Eso sí, el menú de 12,50 euros tiene sus limitaciones. Pocas, pero las tiene. Es el único de los tres que no admite reserva de mesa, por lo que conviene ir pronto si no queréis llegar con el local lleno y tener que cambiar de planes o, en su defecto, esperar por una mesa. Este último fue nuestro caso un día, y la gestión de la espera fue impecable: nos fuimos a dar una vuelta y poco antes de la hora que nos habían aproximado nos llamaron por teléfono para confirmarnos que ya teníamos mesa disponible. Por otra parte, el vino tinto que acompaña a este menu, un vino gallego, es flojete. Pero bueno, por este precio tampoco nos vamos a llevar las manos a la cabeza, ¿no?

Pero si la comida es exquisita, no lo es menos el servicio de los camareros, que os arroparán desde el mismo momento en que crucéis la puerta. Que no os engañe su atuendo de camarero estirado: son profesionales jóvenes, amables, simpáticos a rabiar, con una sutil habilidad para estar siempre pendientes de vosotros pero sin resultar pesados. Incluso en los momentos en que hay lleno hasta la bandera os aconsejan, os recomiendan, os explican, bromean, se hacen querer. Un 12 sobre 10, sin duda.

El espectáculo que os espera nada más entrar al restaurante. En el Siete Puertas no entienden de argucias subliminales para retener a la clientela, no.

Y otro detalle, uno más, que a Cocina Paradiso nos ha encantado: aceptan perros, incluso en el salón si son pequeños, siempre dentro de las más elementales normas de civismo.

En definitiva, una refrescante combinación de cocina innovadora y tradicional para todos los bolsillos y con un servicio inmejorable. Un valor seguro si vais por Llanes.

¡Saludos culinocinéfilos!

lunes, 11 de agosto de 2014

CHEF: EL SABOR DEL OPTIMISMO

Sin duda la cocina está de moda. Realities, concursos, programas, películas, series, canales temáticos, libros, cocineros convertidos en auténticas estrellas mediáticas,... incluso blogs de cocina que algunos lunáticos se empeñan en hacer que leáis... ehem. Siguiendo la tendencia, el sábado pasado fuimos a ver Chef, una comedia resultona de ambiente culinario cuya reseña, por supuesto, no podía faltar en Cocina Paradiso.

Chef nos cuenta las peripecias de Carl Casper, un jefe de cocina que pierde su empleo en un restaurante por negarse a aceptar las encorsetadas exigencias de su propietario. Divorciado y alejado de su hijo, la falta de ofertas de trabajo le obligará a replantearse un proyecto que hasta entonces veía con escepticismo: dedicarse a la venta ambulante de comida en un camión acompañado precisamente por su hijo y por su mejor amigo. Para su sorpresa, lo que en un principio toma con cierta desgana acabará derivando en una posibilidad para dar rienda suelta a sus propuestas creativas y, al mismo tiempo, para acercarse de nuevo a su familia.


Jon Favreau guioniza, dirige y protagoniza Chef. Él se lo guisa, él se lo come... ¡nunca mejor dicho!

Lo sabemos: estáis pensando... "¡Oh, no, más de lo mismo! Ese tío que, tras perderlo todo, vuelve a triunfar con su esfuerzo y dedicación y, de paso, recupera a su familia..." A ver, algo de eso hay, no os lo negaremos, pero hemos palpado una diferencia fundamental con respecto a esas típicas comedietas americanas que nos dan vergüenza ajena. Y es que Jon Favreau (guionista, director y protagonista de la peli) ha evitado caer en moralinas y en discursos éticos y se ha currado una historia para imbuirnos de buen rollo. Para hacernos pasar un buen rato, y nada más. Porque Chef es, ante todo, entusiasmo, vitalidad, alegría. Es una película simpática, sencilla, amable, casi una fábula, que se deja ver con gusto. Lejos de aparecer como una comedia desternillante (no esperéis eso: tiene un par de escenas, a lo sumo, que quizá os arranquen la carcajada, pero no más), se convierte en una agradable comedia veraniega que consigue mantenernos la sonrisa durante casi todo el metraje.

La importancia que las nuevas tecnologías tienen hoy en día en nuestras vidas se refleja en el guión, donde twitter tendrá una importancia destacada en el desarrollo de la trama. Muy vistosa, por cierto, la forma en que nuestros amigos de efectos visuales han conseguido mostrarnos en pantalla los tweets que van y vienen a lo largo de la historia.

Twiter tendrá una importancia destacada en la trama. Para bien y para mal.

Hay que decir que Jon Favreau ha sabido rodearse de un plantel de secundarios de aúpa: Dustin Hoffman, Oliver Platt, Bobby Cannavale, dos bellezones como Sofía Vergara y Scarlett Johansson (la segunda, capaz de subir la temperatura de la sala con el mero hecho de comerse un plato de espaguettis, tira de tablas y le come la sopa a la primera, de planta espectacular pero sosita), y el siempre impredecible Robert Downey Jr., que se adueña por méritos propios de la secuencia más hilarante, con diferencia, de la peli. Mención aparte merecen Emjay Anthony, que interpreta al joven hijo del protagonista, y un inspirado John Leguizamo, que da vida a su mejor amigo en un papel que rezuma optimismo allí donde lo mires. Un guión que tiene el acierto de no asumir riesgos innecesarios y una música de ritmo contagioso que consigue en muchos momentos hacerte mover los pies en la butaca completan la buena puesta en escena. Si bien el final es predecible y apresurado, para entonces el conjunto final nos habrá dejado con tan buen sabor de boca que sabremos pasar por alto este desliz.


Podemos decir que el camión de venta ambulante es casi un personaje más de la peli.

Tened cuidado, eso sí. Porque en la peli los personajes cocinan, cocinan, cocinan. Y comen, comen, comen. Continuamente, salvo breves lapsos, ya sea comida rápida o más elaborada. Cocinan con un entusiasmo contagioso, y comen con apetito, con ganas, degustando ese placer que vosotros y nosotros conocemos bien. Si vais a verla, aseguraos de haber metido antes algo al gaznate u os entrarán unas ganas irremediables de salir corriendo a por una de esas pizzas que se venden en ciertas cadenas de cines.

No será la peli de vuestras vidas. Pero, si disfrutáis de ella como nosotros, garantizaréis dos horas de pura diversión. Que no es poco.

¡Saludos culinocinéfilos!

jueves, 31 de julio de 2014

¡¡SIMIOS A GOGO!!

Debo ser de los pocos a los que El Origen del planeta de los simios le pareció una peli muy floja. La revisé justo antes de ir a ver la nueva y sigue teniendo unos cuantos problemas de guión que con algo de imaginación la hubiesen puesto a un gran nivel.

Así que cuando fuimos a ver El Amanecer del planeta de los simios iba con algo de escepticismo a pesar de las buenas críticas que se oían. Por suerte está es una de esas segundas partes mejores que la primera.

Fantástico el cartel de la peli, los simios empiezan a dominar a otros animales.

En el apartado técnico se ha mejorado, los grupos de simios si que siguen pareciendo bastante digitales pero cuando el número se reduce es verdaderamente alucinante los matices y las interpretaciones que les han sacado a los actores.

La historia viene 10 años después del Origen con una tierra arrasada por el virus simio, quedan pocos humanos y para su supervivencia necesitan entrar en el territorio simio y contactar con ellos. Los humanos quedan en segundísimo plano y de hecho es lo más flojo de la peli. Ante las actuaciones simias los humanos no dan la talla, quizá el actor protagonista ha sido un error, con alguien  más carismático esa parte hubiese ganado. Aunque da la sensación de que está hecho adrede para que sean los simios los que queden de muerte a nivel técnico e interpretativo.

La historia de los simios nos cuenta como viven, como han evolucionado y como esa evolución en su inteligencia les traerá lo mejor del progreso y lo peor. Los humanos en conjunto seguimos siendo malos, y los simios conforme se nos van pareciendo aprenden también lo peor de nosotros.

Al final César es un simio bastante bonico y razonable, pero aquí da un miedo que te cagas.

Como siempre no entraré en más detalles del argumento para no reventaros la peli. Comentar que es entretenida de principio a fin, tiene mensaje, intriga, grandes escenas, buena música muy bien usada y actuaciones que dejan con la boca abierta. Si bien la podemos considerar el mejor blockbuster del verano, creo que tampoco es una obra maestra, aunque sin duda verla en el cine es lo que debería hacer todo buen cinéfilo y amante de la ciencia ficción.

Queda mucha historia simia por contar y si al menos mantienen el nivel, estaremos encantados de seguir acudiendo a las salas de cine a ver como evoluciona esta nueva raza.

Antes de despedirme, desearos que continuéis disfrutando del verano y aunque no cerramos el blog por vacaciones quizá notéis algo de falta de actividad.

Y recordad en verano, a cenar y al cine!!

jueves, 10 de julio de 2014

OPEN WINDOWS: LAS VENTANAS INDISCRETAS

Que Nacho Vigalondo es una rara avis dentro del panorama cinematográfico español es un hecho. Nos sorprendió en 2007 con su espléndida ópera prima Los cronocrímenes, un thiller sazonado con viajes en el tiempo donde ya ponía de manifiesto su estilo de cineasta arriesgado y rompedor. Planteaba algo diferente a lo habitual en nuestro cine y eso en Cocina Paradiso, como sabéis, hace que nos mojemos los pantalones.


El reciente estreno de su tercer largo, Open Windows, nos pilló de vacaciones en Oviedo y no pudimos resistir la tentación de irnos quemando rueda hasta los cines de Los Prados para ver la peli lo antes posible. El resultado: una gozada visual que ahora queremos compartir con vosotros.



El cartel de la peli. La cara de susto de Elijah Wood no es para menos...

En Open Windows, una co-producción internacional rodada en inglés, Nick (Elijah Wood) ha ganado una cena con Jill Goddard (Sasha Grey), su actriz fetiche, en un concurso por internet organizado con motivo de la promoción de su última película. Cuando la cita entre ambos es suspendida a causa de los antojos de la caprichosa actriz, un desconocido, demostrando unas pasmosas habilidades como hacker, le ofrecerá a Nick la posibilidad de espiar a Jill durante el resto de la noche desde su propio portátil como ningún otro fan podría soñar jamás. Pero pronto caerá en la cuenta de que se ha involucrado en un peligroso juego que le viene demasiado grande.


Partiendo de esta premisa Vigalondo riza el rizo y nos ofrece un thriller innovador, excitante, que se apoya no sólo en una trama compleja, con múltiples recovecos, giros y trampas, sino también en una puesta en escena visual realmente audaz, donde la pantalla tradicional es sustituida por la de un ordenador portátil y la sucesión de planos por ventanas que se abren una tras otra en la pantalla del portátil, consiguiendo de esta forma que la historia se desarrolle con un ritmo vertiginoso. El que haya sido rodada en tiempo real añade una dosis adicional de suspense que nos atrapa aún más si cabe, hasta el punto de meternos en la piel de Nick y experimentar, como él, que alguien ha conseguido controlar nuestro PC y nos está haciendo la pascua. El clímax de la peli es largo, extenso, tanto que por un momento nos lleva a pensar que Vigalondo ha sido víctima de su propio guión, se ha perdido y va a dar al traste con una historia prometedora, pero sólo es otro truco más: al final todo cuadra, las piezas encajan y el cierre es coherente y, al menos para nosotros, inesperado.




La sucesión de ventanitas que se abren en la pantalla como si estuviesen poseídas por el reggaeton os obligará a estar atentos en todo momento para no perder detalle.

Es inevitable la comparación con títulos menores como Fanático, aquella olvidable película en la que un Robert de Niro que ya empezaba a perder los papeles (los buenos papeles como protagonista, entendámonos) interpretaba a un fan obsesionado con su ídolo del béisbol. Pero también con obras maestras como La ventana indiscreta, esa maravilla de Hitchcock de la que Open Windows es digna heredera porque, como en aquélla, nos mete de lleno en la piel de un tipo normal que de pronto se ve envuelto en una situación que le supera pero de la que, sin embargo, se mostrará reacio a escapar. Y es que, en el fondo, lo que Nacho Vigalondo ha conseguido es adaptar a las nuevas tecnologías el buen cine de suspense.


Todo ello con la virtud añadida de que, aun contando con un mayor presupuesto que en trabajos anteriores, ha logrado conservar ese tufillo a cine independiente, a ese cine de autor alejado de las grandes productoras que le ha permitido hacer lo que le ha dado la gana. Y todo por un encargo: según sus propias palabras, le pidieron que elaborase un thriller donde tuviera mucha importancia internet, y se puso manos a la obra; toda una bofetada para quienes hemos contemplado con prejuicios alguna vez los trabajos por encargo, demostrándonos que si hay talento éstos pueden brillar con la misma luz que una obra de autor pura y dura.


Los dos protagonistas, Elijah Wood y Sasha Grey, están correctos, bien integrados en una trama que tampoco exige una interpretación de Oscar que, incluso, casi sería contraproducente porque desviaría la atención de lo importante: la historia en sí. Una música que no desentona y algunos silencios bien intercalados potencian el suspense de la historia.


Sasha Grey protagoniza una de las escenas más turbadoras de la peli. Y no sólo por la incertidumbre de saber si esa bata caerá o no.

Hasta dónde llegaríamos si pudiéramos colarnos en la intimidad de nuestro actor o actriz favoritos es algo a plantearse una vez vista la peli. ¿Dónde acaba la admiración por un artista y dónde comienza la obsesión enfermiza? En otro orden de cosas, a quien escribe estas líneas, que confiesa sus conocimientos de informática a nivel de usuario normalito tirando a torpe, el inquietante protagonismo del hacker desconocido le ha dejado un regusto de mal cuerpo: acojona la facilidad con la que alguien pudiera llegar a controlar tu ordenador y, con ello, acceder a tu vida y liarte una buena, algo quizá más real de lo que pensamos.


En definitiva, buen cine de suspense, una historia y una propuesta originales, morbo, algo de trasfondo en que pensar, algún que otro cameo divertido,... Por supuesto, os la recomendamos. Sólo queda que vayáis al cine y nos contéis vuestras impresiones.


¡Saludos culinocinéfilos!